Hace tiempo me entere del asesinato de una de las tantas familias de mexicanos que intentaban pasar indocumentados hacia estados unidos por Arizona, la forma en que un hombre les disparo por la espalda a tres niños, el papa y la mama, me lleno de horror, pensaba en el miedo y el dolor de los últimos en morir, pensé sobre todo en la pesadilla que debes dejar atrás para que tus posibilidades como inmigrante fueran mejor que eso que abandonas, entonces me entristecí y me hizo pensar en la noche más oscura del alma, ¿cual era mi noche más oscura?, aquí debo decir que soy escultora y la manera en la que mi cabeza piensa no es en historias o textos, es en profundidades, tiempos, espacios y cuerpos, es simple, así que pensé no en la forma de la noche más oscura, pensé en lo que me salva de estar ahí, sentí la necesidad profunda de no olvidar a esta familia, comencé a buscar palabras para acompañar el no olvido, y pensé en la inmigración, leí, vi mapas y conocí a un pueblo, los inuit que al contrario que nosotros que somos más o menos occidentales y modernos, nacemos a un espacio, ellos nacen a un tiempo, a un tiempo de recorridos donde la batalla para vivir se libra sobre todo de noche, leí en algún lugar, un rezo que hacen en los diferentes grupos nómadas de inuits cuando por fin la luz vence a la larga noche:
Pienso una vez más en mis pequeñas aventuras, en mis miedos, en esos que parecían tan grandes. He tenido que luchar para conseguir todo lo que quería, sin embargo sólo hay una cosa importante, lo único de verdad, vivir para poder ver el nuevo amanecer y la luz llenando el mundo.